Durkheim, estableció una distinción entre magia y religión basándose en que ésta última tiene siempre una iglesia, mientras que el mago, puede trabajar independientemente para una determinada clientela. Otros, como Mauss o Malinowski, señalaron que mientras la magia persigue fines concretos, los de la religión son mucho más amplios. Incluso se ha relacionado a la magia con la ansiedad que el hombre puede sentir en un momento en particular debido a una gran incertidumbre o a un grave peligro.
Mientras que la religión procura una suerte de comunicación con seres espirituales, la magia aspira a la manipulación de fuerzas desde una instancia sobrenatural. Y en este sentido, puede afirmarse que la magia pretende el control individual de un ámbito reservado a los poderes sagrados para un fín concreto.
El arraigo de las creencias mágicas en ciertas sociedades debe ser observado, bajo el filtro del relativismo cultural. En efecto, este tipo de creencias parece íntimamente relacionada con el pensamiento, el lenguaje, en síntesis, la cultura toda.
El brujo es un hombre con poderes sobrenaturales especiales que permiten hacer daño a los demás. Incluso puede hasta ignorar el brujo que posee dicho talento. De forrma diferente, el hechicero es un hombre que ha adquirido habilidad en el maneja de determinadas sustancias lo cual le permite realizar encantamientos o manipular a los demás. Tal es la clasificación que sugirió Evans-Prichardt.
Las manifestaciones del mundo mágico son muy variadas. Desde el "aquelarre", aquella junta o reunión nocturna de brujos y brujas, con la supuesta intervención del demonio, con frecuencia en la figura del macho cabrío, y el "mal de ojo" hasta algunas supersticiones polulares como que pasar bajo una escalera o romper un espejo serían señales de mal augurio.
Se cree que cuando surgen tensiones colectivas de cualquier tipo, se favorece el desarrollo del fenómeno m ágico, de modo tal que las causas de estas tensiones pueden ser adjudicadas a culpables visibles. La culpabilidad en estos casos, suele depositarse en seres no integrados o marginados por causas religiosas o raciales.
Se llama magia simpática la creencia muy extendida en ciertas culturas que dice afirmar que puede ocasionarse un beneficio o un perjuicio a un determinado individuo según el bien o el mal que se cause a una imagen del miso o a algún objeto que haya estado antes estrechamente ligado a él.
Así por ejemplo, los apaches chiricaahuas recogen las memebranas expulsadas después de parto junto con el cordón umblical en los ropajes con los cuales la mujer ha dado a luz. Así, evitan que estos "deshechos" sean devorados por animales porque temen que esto cause algún daño al recién nacido. Lo destruyen colocando todo esto dentro del hueco de un arbol frutal cuya vida se renueva a través de los ciclos de la naturaleza.